La cultura gastronómica catalana es heredera de la griega, la romana y la árabe, tres culturas que dieron luz a la cocina mediterránea, el aceite de oliva, el trigo, el azúcar, el arroz y el vino, productos con los que la refinada cocina de las clases acomodadas comenzó a sentar las bases de las comidas estructuradas.
Por su excelencia y personalidad, Cataluña tiene muchos productos que merecen el distintivo oficial europeo de Denominación de Origen Protegida (DOP) o de Indicación Geográfica Protegida (IGP). Ambos otorgan a productos típicos arraigados a una región que les proporciona un carácter específico y un sabor inimitable.
Entre los productos con la distinción Indicación Geográfica Protegida (IGP) figuran: la clementina de las Tierras del Ebro, la patata de Prades, el calçot de Valls, el turrón de Agramunt, la ternera de los Pirineos, el pan de payés, el salchichón de Vic, el pollo del Prat y la manzana de Girona.
Las cuatro estaciones y las celebraciones marcan el calendario gastronómico. La primavera es el momento de los colores en el campo, de las fresas, los guisantes y los mejillones. Con San Juan llega el verano, y nada mejor para celebrarlo que la coca y el cava. El otoño es época de panellets y castañas. En Navidad, el cocido y los canelones son los protagonistas. Y el resto del invierno, el xató y los calçots ocupan la mesa y son el motivo de jornadas gastronómicas.
La Guía Michelin ha reconocido Cataluña como una región europea de gran gastronomía con 53 restaurantes galardonados, una cantidad que la convierte en el territorio de España con más brillos.